sábado, 11 de mayo de 2013

ESTANDARTES ANIMADOS, LAS BANDERAS MÁS SALVAJES


El ser humano siempre ha mirado hacia la naturaleza con nostalgia. Es por eso que muchos pueblos adoptaron animales para representar su carácter o su pasado.
Aunque racional, o, al menos, eso dicen, el ser humano no deja de ser animal. En las mentes de los primeros hombres aún se manifestaba de forma clara la nostalgia por el paraíso perdido, la naturaleza. Por ese motivo, los gobernantes escogieron a las criaturas más bellas, o que mejor simbolizasen el carácter de su reino, para estamparlas en sus estandartes y enseñas. Estos son algunos de ellos:
La loba capitolina: Cuenta la leyenda que el dios Marte se enamoró de una bella sacerdotisa, Rea Silvia. Tras  yacer con ella, la muchacha quedó encinta. No era cualquier joven, era la hija del desposeído rey de Alba Longa, Numitor. Toda su familia había sido asesinada salvo ella. Para que sus hijos no corriesen la misma suerte, les metió en una cesta y les echó al río. No, no es un plagio de cierta historia de la Biblia. El caso es que Marte, como buen padre, se apiadó de sus vástagos y ordenó a una loba que les amamantase, permitiéndoles sobrevivir y fundar Roma. El animal se convirtió en el símbolo nacional romano, aunque en pugna con el águila, y su efigie se acuñó en medallones o monedas 


Águila, de Egipto al fascismo: El águila es, con mucho, el animal más representado a lo largo de toda la historia de la humanidad. Muchos han querido copiar a Roma, sin saber que Roma solo hubo una. Y, sin embargo, el ave no fue un símbolo de origen romano. Sus primeros usos están localizados en el Antiguo Egipto, como representación del dios Horus, el dios solar. Los romanos debieron pensar que ya que les habían plagiado los dioses a los griegos, que importaría que les quitasen el águila a Horus. Decidieron implantarlo para uso militar, sería el símbolo de las legiones. Con la caída de Roma, en Europa hubo tortas para ver quién podía considerarse su sucesor. El Sacro Imperio adoptó el águila, que, posteriormente, Carlos I modificó haciéndola bicéfala. En el siglo XX algunos regímenes de corte fascista volvieron a coger el ave para tratar de establecer una vinculación con Roma.

El dragón de China: En nuestras occidentales mentes, siempre se identifica la figura del dragón estilizado, en forma serpenteada, con China. El dragón bruto que escupe fuego lo reservamos para Europa. ¿Qué tiene que ver China con los dragones? Nuevamente hay que hacer un esfuerzo imaginativo, y retrotraernos a una leyenda muy remota. Antiguamente, el país asiático no estaba unificado, si no que estaba fragmentado entre diversas tribus enfrentadas entre sí. Uno de estos caudillos, Huang Di, se enfrentó a los otros pueblos invocando la ayuda de un dragón. Gracias a tan estimable aliado, Huang Di logró unificar los extensos dominios chinos. Años después de su muerte, se le empezó a representar como un dragón en forma de serpiente. Los emperadores, como sucesores de Huang Di, adoptaron el dragón en sus símbolos. Así fue hasta 1912, cuando se proclamó la república. Las autoridades chinas decidieron que el dragón era demasiado violento y adoptaron un animal más simpático, el panda gigante. Sin embargo, al igual que a los romanos, a los chinos les salieron imitadores ¿Curioso, no? Actualmente Buthan exhibe con orgullo un dragón en su bandera.


Castilla y ¿León?: Es una de esas dudas metafísicas que siempre vienen a la mente. Si no hay leones en León… ¿Por qué se llama así? Como casi todo, esto también se lo debemos a los romanos. Cuando  sus ejércitos fueron destinados a Hispania necesitaban sitios donde estar seguros. Y no se fiaban de los hispanos. Por ello edificaron campamentos, que posteriormente evolucionaron hacia auténticas ciudades. Uno de ellos fue edificado cerca del Bierzo, en una posición cercana a las tierras cántabras. Se le dio el nombre de Legio. La ciudad mantuvo el nombre varios siglos, hasta que cayó Roma. Los hispanorromanos no hablaban precisamente el latín de Virgilio, así que comenzó a corromperse. Fue el origen de las lenguas romances. Y Legio dio lugar a León. A los reyes leoneses les gustó tanto que adoptaron el animal como símbolo, el de León fue uno de los primeros estandartes medievales.

El gallo de los galos: Este es el caso contrario al anterior. Es un juego de palabras que a nosotros se nos escapa, pero que hacía las delicias de Virgilio, Horacio, y todos los romanos que se esforzaban en cultivar su lengua. Suetonio nos dice en su obra Los doce césares, que la palabra gallus servía a la vez para designar al ave de corral y al pueblo de los galos. Y como esa obra sobrevivió, el mito pervivió a la dura prueba de la Edad Media. Los enemigos de los franceses, conocedores de la bromita, empezaron a llamarles gallos y a afirmar que eran igual de orgullosos que el ave. Los franceses, muy dignos ellos, lo tomaron como un halago. Junto a las estatuas de sus reyes empezaron a aparecer representados los gallos. Tras la Revolución Francesa, el pueblo vio en el animal un símbolo magnífico para desterrar por fin el otro gran icono de la monarquía borbónica, la flor de lis. Y desde entonces el gallo es el animal oficioso de los franceses.

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