Cualquiera de nuestra generación
verá a estos animalitos de menos de medio metro de altura con los ojos de un
niño. Y es que la película “El Rey León” ha calado tan hondo que es imposible
no llamarlos “Timón” como si del nombre científico se tratase.
Poco se sabe del suricato, pero
solo es cuestión de indagar un pelín para percatarnos de que Timón fue un
transgresor y un inconformista de su clan. Estos mamíferos pertenecientes a la
familia de la mangosta –inmunes al veneno- están constantemente agrupados y
unidos los unos con los otros para darse calor, colaborar y poder salvarse de
los feroces carnívoros. Timón era un temerario independiente y se marchó, quizá
confiado por la gran inteligencia innata que poseen que le haría salir
victorioso de todas las trabas.
Hay rumores que apuntan que Timón
era en verdad un artista. Su voz refinada y angelical destinada al canto no
podía soportar vivir entre gritos vulgares. Se sentía alienado. Ese uso abrupto
y poco sosegado de las cuerdas vocales que utilizan los suricatos para
comunicarse entre ellos le parecía una limitación y decidió probar suerte más
allá. Sin duda alguna triunfó. Su canción Hakuna Matata fue número uno de
ventas desde el Killimanjaro hasta Madagascar, al igual que su interpretación
de “The lion sleeps tonight”. En la misma línea su coreografía junto con Pumba
del “Hula-hula” se sigue estudiando en la manada como la manera más efectiva de
despistar a las hienas. Después de la aventura en el Rey León, Disney le
ofreció una serie propia junto con Pumba, un facóquero con nombre de ficción
también para nosotros, que resultó otra manera de demostrar su talento. Así
pues, Timón era cantante, compositor, bailarín y actor. ¿Alguien da más?
Tampoco parece que le apasionaran
en exceso los territorios áridos donde residen los “gatos de roca”, como se les
denomina en swahili, porque enseguida se adaptó a las mil maravillas al
bucólico paraje de abundante naturaleza, ríos y posibilidades. Vivía encantado
con su compañero “Pumba”. Aunque eso sí, donde estén los insectos que se quiten
los demás manjares. Nada se puede comparar con la comida de casa, y así se lo
hace ver a Simba al escarbar debajo de un tronco y ofrecerle una bandeja
variadita. Por cierto, suerte que se encontraron con el león cuando aún era
joven y sus capacidades de caza no estaban en auge, porque el encanto de la
pareja habría sido en balde si a Simba ya le hubiese crecido su melena rojiza.
Queda de manifiesto que Timón no
era un suricato como los demás. Su espíritu inconformista y ambicioso ha hecho
que hoy día ocupe un hueco especial en nuestra memoria.
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